De Forma y Fondo: El Coronavirus y la otra pandemia
Viridiana Reyes
Este martes el gobierno federal de México decretó la fase 3, los contagios masivos serán inminentes en algunas regiones del país. El Coronavirus de la mano del desplome del petróleo y el colapso económico mundial nos deja en claro que la historia puede cambiar de un momento a otro, que somos vulnerables, que nuestro destino depende de alguien más y peor aún, alguien con criterio y pensamiento diferente a nuestros intereses.
DIFERENTE, así es la otra pandemia, la que ha sacado lo mejor, pero también lo peor de la raza humana, la diferencia marcada entre iguales, el clasismo, pensamientos enfrentados, ideologías obtusas, la brecha económica, división de religión y política; todo eso que aflora durante el aislamiento social, y que nos ha puesto cara a cara con nuestra realidad, esa que diariamente en medio de la tempestuosa rutina evadíamos, la pandemia nos ha obligado a muchos a permanecer en casa, a confrontarnos, para que, a mitad de este experimento, terminemos aceptándonos.
Para muchos estar en casa ha sido un bálsamo. Ha servido para aprovechar el tiempo en cosas que hace mucho no se hacían, para reforzar los lazos familiares, otros apenas están encontrándolos; pero el COVID-19 no es la única pandemia que nos ataca, en medio de esta emergencia sanitaria se ha revelado la pandemia de la indiferencia, la discriminación y la arrogancia, tres virus que juntos también enferman el alma, su contagio incluso no requiere contacto físico, se transmite de manera digital y visual, en las redes sociales y medios de comunicación.
La pandemia en muchos lugares le ha devuelto a la naturaleza lo que es suyo, y nos ha devuelto a los seres humanos esos sentimientos primitivos y prejuiciosos que nos condenan cada vez más a la autodestrucción, a ese canibalismo social, a la más detestable conducta que finalmente es muestra de que “lobo es el hombre, para el hombre”, como escribiera Plauto en Asinaria y luego lo recordara Thomas Hobbes en Leviatán.
No sé si este comportamiento humano, demasiado humano, sea generalizado en el mundo en estos momentos de crisis, o si derive de la cultura e idiosincrasia de este México bárbaro, lo triste es que el pueblo no se está levantando contra la clase política como decía Reyes Heroles, hoy vemos al pueblo contra el pueblo.
INSENSIBLE E INDOLENTE
El pueblo está mostrando su lado más cruel, inhumano, insensible e indolente. Al primer indicio de un contagio de COVID-19, un morbo enfermizo los contagia, piden, exigen nombres y dirección, como si con eso no se fueran a contagiar de un virus que aún no sabemos bien cómo llegó, cómo se propagó y cómo se puede evitar, sólo con agua y jabón, pero aún no existe cura.
Qué se gana sabiendo nombre, domicilio, parentescos, acaso eso evitará su contagio y propagación. Del morbo se alimentan los infames, ese es el pan de cada día en las redes sociales, donde una multitud paranoide satura de exigencia a los gobiernos para saber identidades.
En el mejor de los casos, saber de quién se trata (la persona contagiada) para reforzar medidas preventivas, no sería malo, pero la realidad es que quieren saberlo para discriminar, para correr la voz de que no se acerquen a los contagiados, los leprosos del nuevo milenio, susceptibles a los ataques cobardes vía WhatsApp y redes sociales contra sus familias, para señalar con el dedo y juzgar.
Nadie sale de su casa deseando ser infectado, la responsabilidad de evitar un contagio en su familia es de uno mismo, las medidas preventivas ya las saben; quien forzosamente debe salir a trabajar, lo hace a sabiendas de que corre peligro, pero las necesidades son más grandes y ni hablar, cada quien toma las medidas pertinentes para protegerse y proteger a los suyos. El mexicano promedio, toma el riesgo de vivir desde que nace, y así lo sigue aun en tiempos de pandemia, cuando el hambre aprieta, los líderes del país deciden sus destinos con un techo y comida seguros, y ellos sufren las consecuencias de las malas decisiones.
AL FRENTE DE BATALLA
Este lunes Fabiana Zepeda Arias –a quienes sus compañeros conocen como La Jefa– lamentó entre sollozos que el uniforme de enfermera que viste desde hace 27 años, ahora se lo tenga que quitar para no ser lastimada en la calle. Entre sollozos pidió respeto para el personal médico.
Ellos también son seres humanos, por las noticias sabemos que en varios estados la gente agrede y discrimina a los médicos, sí, esos que están dejando la vida en los pasillos del hospital, hoy dan muestra de la gran generosidad, porque pudiendo permanecer en casa con los suyos, han decidido permanecer al frente de la batalla y luchar, para que al final de la jornada seres insensibles los rocíen con cloro o alcohol, para que les nieguen atención en las tienditas de la esquina, para que los golpeen.
Ni usted ni yo, que nos dedicamos a otras cosas, nos estamos rifando la vida en medio de esta crisis de salud; son otros los que con valor y amor al prójimo buscan alivio y cura para el enfermo. Seamos conscientes, seamos humanos, no a la agresión.